domingo, 27 de diciembre de 2015

SAN CIRILO NIÑO MÁRTIR
Cirilo fue uno de los mártires más celebres. La historia no precisa su edad, pero habla de él como de un niño, por lo cual se supone que apenas tenía ocho o diez años.
Su padre era pagano y vivía en Cesárea de Capadocia: no pudiendo habido obligarle a apostatar, renegó de él, y le echo de su casa.
El pobre niño se consoló diciendo estas palabras:
“mi padre me echo de su casa; mayor razón pues, para invocar al Padre que me queda en los cielos”.
Algunos idolatras de Cesárea desaprobaron la conducta del padre desalmado y cruel.
Llevo este mucho más lejos su crueldad, yendo a denunciar al juez a su propio hijo.
A pesar de ser muy severa las ordenes de persecución, el juez se compadeció de Cirilo, y procuro conquistarle con palabras afectuosas, diciendo:
-          Renuncia a tu religión, hijo mío, y no solo te recibirá tu padre en su casa, sino que yo te hare algunos regalitos.
-          Es en vano que procures seducirme, replico valerosamente Cirilo: más quiero morir que renunciar a Jesucristo.
Entonces el juez para atemorizarlo, le llevo delante de un gran fuego e hicieron ademan de arrojarlo en él, mientas que se presentaba un verdugo con una espada, fingiendo que iba a decapitarle; pero el niño ni se estremeció.
Y luego, cuando lo volvieron a presencia del juez, le dijo:
-          ¡oh, as echo muy mal en mostrarme tan cerca la corona y no dármela! Estoy deseando in a ver a Dios.
Todos los concurrentes lloraban al oírle hablar así; pero él, cada vez más ansioso del martirio, les dijo:
-          ¡ah! Si supieras el bien que me espera, de seguro comprenderías mi impaciencia.
Viendo entonces el juez que no conseguía nada, y que la gente, por el contrario, simpatizaba con el niño, mando que le cortasen la cabeza.
La iglesia católica celebra su fiesta el 29 de mayo.
JUSTO Y PASTOR

I

Justo y Pastor eran dos hermanos, naturales de Alcalá,  pueblo cerca de Madrid. Uno tenía trece años y el otro siete.
Estos dos niños iban  juntos a la escuela, donde, por su asiduidad y aplicación, eran el modelo de todos sus compañeros.
Al salir un día de la escuela, advirtieron por las calles un movimiento extraordinario.
El pueblo se dirigió alborozado hacia uno de los puertos de la ciudad, enviado para ejecutar los decretos contra los cristianos.
Justo se enteró de lo que ocurría, se lo contó a su hermanito y añadió.
-          Oye, Pastor, ¿quieres ir conmigo a ver al presidente, y hacer lo que yo haga?
Pastor, como más pequeño, tenía mucha confianza en su hermano.

II

Llegaron a la puerta de Alcalá, donde el presidente, recostado en su carroza, saboreaba con delirio los honores que le tributaban aquel inmenso gentío.
Este espectáculo conmovió el corazón de Justo quien como impulsado por una fuerza superior, se abrió paso por entre la muchedumbre, llevando de la mano a su hermanito.
Llego hasta el carro del presidente, y dijo en alta voz:
-          Yo soy cristiano.
-          Yo también- repitió Pastor con su voz infantil, pero firme- y tu haces mal en matar a los cristianos- agrego.
Daciano mostró tanta admiración como disgusto, ante tal audacia.
-          ¿Quiénes son esos niños?, exclamo con tono que demostraba su enojo
-          son miserables cristianos, respondió la turba.
-          ¡pues que le den la muerte!
Tal fue la conclusión de esta escena, que apenas había durado el tiempo que hemos  empleado en contarla.

III

Los soldados se apoderaron de los niños, y en el camino dijo Justo a su hermano:
-          Ante todo, no tengas miedo; haz como yo,  y acuérdate de que no hay que temer la espada, que pueda matar el cuerpo, sino a Dios solo a quien amamos, y por el que vamos a morir acaso.
-          No tengas cuidado, respondió Pastor, yo no tengo miedo, y mi deseo es morir por Jesús que murió por mí.
Mientras tanto el verdugo  a quien habían entregado los soldados estas dos tiernas víctimas, aplicaba el oído a la conversación de los dos hermanos, y, al ver su constancia, dio parte a Daciano.
-          ¡cómo!- replico el tirano- ¿esos dos niños se exhortan a morir valerosamente? Pues bien; ¡que mueran! Pero que los lleven muy lejos de la ciudad.
Cumpliese inmediatamente la orden, y los dos niños hermanitos recibieron casi al mismo tiempo la muerte.
Desde ese momento contaba la Iglesia dos ángeles más, y la niñez dos nuevos protectores.

Más tarde se mandó construir una capilla, en el mismo sitio en que habían perdido el martirio.
POR NO SABER LEER
Por si o por no, te contare en esta carta lo que sucedió una vez.
Un niño se había ido al cielo, y sus afligidos padres decidieron regalar su bicicleta. ¿a quién se la darían?
-          Muchacho habrá- dijeron- que la merezca.
Dejemos que Dios elija al que se la ha de llevar.
Y en el camino que pasaba próximo a la casa colocaron un letrero. El letrero decía:
“el primer niño o niña que pase por aquí, vaya a la casa y se le regalara una bicicleta”
Paso Manuel, que soñaba con una bicicleta. Miro al cartel, como no sabía leer, continuo su camino.
Atrás de él venía otro muchacho. Leyó el letrero, y corriendo y salando de alegría fue hasta la casa. Un momento después salió lleno de gozo con la bicicleta.
Mucho lloro el pobre Manuel cuando supo lo que había perdido. Al día siguiente, ya estaba en la escuela rural ansioso de aprender antes que ninguno.
¡No sufriría más la pena de no saber leer!
EL PERSA VERÍDICO
Había en Persia un hombre tan honrado y tan bueno que todos los que le conocían le llamaban tanto. Siendo muchacho todavía, quiso instruirse y aprender la ciencia del bien. Tenían a la razón los árabes famas de poseer muchos y buenos sabios, y se propuso llegar hasta ellos deseoso de instruirse.
Su madre aprobó el proyecto, le dio ochenta piezas de plata y le dijo: “esto es todo el dinero que tengo. La mitad te pertenece;  pero la otra mitad, que es de tu hermano menor, debes restituirse; con los créditos correspondientes”.
Convino en ello el buen muchacho persa; la madre entonces le fue cosiendo las monedas en el interior de la ropa, para que pudiera llevarlas con más facilidad sin perderlas; y terminado esta operación, le dijo:
-          Prométeme ahora no decir jamás una mentira.
-          Te lo prometo, madre.
-          Pues bien; que Dios baya contigo, como va mi bendición- añadió la madre conmovida y se despidió de él para siempre.
El muchacho,  que se llamaba Abdul Kadir, emprendió su viaje y anduvo días y días en dirección a la Arabia. Se asoció después a otros viajeros para pasar juntos por los sitios de mayor peligro, y caminando así dieron un día como un grupo de bandidos Árabes.
Los  detuvieron y les robaron el dinero y las joyas que llevaban en sus equipajes. El muchacho persa no llevaba bukos, más que su redoma con agua y nadie sospechaba siquiera que pudiese llevar dinero.
Mientras los bandidos despojaban a los demás viajeros, el jefe de la partida, que montaban un hermoso caballo, llamó al pequeño persa y se puso a bromear con él.
-          ¿qué dinero llevas? -Le pregunto
-          Ochenta monedas de plata, dijo con resolución el muchacho.
El árabe se rió, creyendo que también bromeaba el chico, y le pidió la bolsa.
-          No tengo, dijo el persa, las monedas están cosidas en mi ropa.
Le registró entonces el jefe de los bandidos, y se convenció de que el muchacho decía la verdad.
-          ¿Cómo has declarado que llevabas ese dinero, cuando iba tan bien escondido?
-          Por qué prometí decir siempre la verdad.
-          ¿a quién le prometiste?
-          A mi madre.
-          ¡ah! Exclamó entonces conmovido el árabe. ¡tú, niño aún, y en la más apuraba situación, obedecer al mandato de tu madre ausente, y nosotros olvidamos el mandato de nuestro Dios!
Después, dirigiéndose al pequeño pera, le dijo:
-          ¡dame esa mano honrada, muchacho, que quiera salvarte en paga de la lección que me acabas de dar!
Volviose con él hacia donde estaban los demás ladrones, les contó el caso, y les anuncio su propósito de respetar el dinero del persa verídico.
Ellos aprobaron la resolución del jefe, diciendo:
-          Eres nuestro jefe en el robo, debes serlo también en las acciones generosas y justas.

-          El jefe devolvió el dinero al muchacho persa y le llevo de nuevo al camino que había de seguir.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Un misterio aclarado
Aquí, en el campo, he conocido a un muchacho que me gustaría que fuese tu amigo.
Va todos los días al pueblo para vender limones; algunas veces lleva huevos de gallina y también frascos de miel.
Grandes y chicos se entretenían oyendo sus sagaces respuestas. Cuando alguien le preguntaba:
_ ¿quieres trabajar en mi casa?
_lo consultare con mi señor
_ ¿señor? -lo observaban- ¿desde cuándo lo tienes?
Pero él nada decía y continuaba su camino, silencioso y humilde.
A cualquier cosa o tarea nueva que se le proponía, el niño invariablemente contestaba: “lo consultare con mi señor”.
Y la gente curiosa comentaba:
_ ¿su señor, dice?... ¿qué señor puede tener si su padre murió hace cuatro años y vive solamente con su madre viuda?
Muchas preguntas acusadoras le dirigían y él respondía siempre en igual forma.
Picada la indiscreta curiosidad de los vecinos del pueblo, resolvieron observarlo. ¿Habría alguien que lo guiara, aconsejara y amparara? ¿Quién era aquel señor desconocido a quien siempre aludía con un tono tan lleno de respeto?
Al regresar el pequeño comerciante a su pobre casita lo siguieron sin que él lo notara. A cierta altura del camino había un Cristo de piedra. Al llegar allí,


………..(aun no encuesto el final, pero seguiré buscando, cuando termine lo completo)...........
LA VIRGEN Y EL CIEGO
Caminaba la Virgen pura, de Egipto para Belén; y en medio del camino pidió en niño se beber.
-No pidas agua, mi vida; no pidas agua, mi bien, que los ríos vienen turbios y los arroyos también y las fuentes se secaron y ya no pueden correr.
Más arriba, en aquel alto hay un dulce “naranjal” cargadito de naranjas, que otros no pueden tener. El viejo que las guardaba es un ciego que no ve.
-Deme, ciego, una naranja. Para al niño entretener.
-entre Ud. Señora y coja las que hubiere menester.
La Virgen como era virgen no cogió más que tres; el Niño como era niño so cesaba de coger. Por una que coge el Niño Cien vuelven a florecer, camina la virgen pura el ciego comienza a ver.
-¿Quién sería esa Señora, que me hizo tanto bien, que me dio luz a los ojos y en el corazón también? Era la virgen María de va de Egipto a Belén.

(Anónimo)
EL MILAGRO DE LAS ROSAS
Casilda la hija del rey Moro Almenón, oyó tristísimos lamentos de los cristianos prisioneros por su padre.
Ella aún aun no era cristiana pero sintiendo compasión de los infelices prisioneros, tomó de la despensa alimentos y también oro, para repartírselos y aliviar sus pesares.
Al doblar la calle de los Rosales, se encontró con su terrible padre.
-¿Qué haces aquí tan temprano, luz de mis ojos? - pregunto el Rey Moro.
La princesa se puso colorada como las rosas encarnadas de los rosales vecinos.
-Padre y señor mío, he venido a contemplar estas flores, a oír trinar a estos pájaros, a ver el sol reflejarse es estas fuentes y a respirar este ambiente perfumado.
- ¿Qué llevas en la falda de tu vestido?
Casilda (sin ser cristiana) llamó desde el fondo de su corazón al Dios todo poderoso y respondió confiada a su padre.
-Padre, llevo rosas que he cortado en los rosales.
Almenón, dudando de la sinceridad de su hija, tajó con su espada la falda se sus vestidos, y una lluvia de rosas se derramo por el suelo.
Dios, había socorrido a la noble niña para no sufrir el castigo de su padre y socorrió a los cristianos para no sufrir mayores tormentos.


LA CABRA Y LA VID
Cierta cabra montesa que astutos cazadores perseguían buscando desolada algún refugio entrose en una viña, donde, debajo de sus anchos pompones la vid frondosa la oculto benignamente y así burlo de pronto a los que diestros seguíanle la pista.
Cuando la cabra se creyó segura, comenzó a devorar las hojas mismas que con tanta bondad dieronle amparo para salvar su vida.
Mas luego, un cazador que rezagado apareció en su vía, oyó el rumor y con certera mano, abriole el pecho con mortal herida.
-“nadie olvide mi historia”, la triste cabra, al expirar decía: “la ingratitud, es vicio aborrecible, que el cielo en mi castigo”

F.J. Sales
Una hermosa acción
Iba yo en un micro sentado en la parte del fondo, en el pasadizo iban de pie un señor y dos  y una señora, porque estaban ocupados todos los asientos. Nadie se movió para ofrecer su asiento a la señora. Subió micro después una señora de edad. Con desaliento miro al interior todo ocupado, con resignación se apoyó con las dos manos en el respaldar de un asiento. Los que la vieron, aparentaron no verla, pero un niño de unos nueve años, que estaba algo más adelante, cuando diviso a la anciana, se levantó rápidamente y le dijo:
_ señora, aquí tiene asiento.
La anciana se adelantó trabajosamente. Se sentó dando un suspiro de alivio. Envolvió al niño en una mirada de cariño, y le dijo con voz suave:
_ ¡muchas gracias, hijito, muchas gracias!
LA FRUTA HERMOSA
Paseaba cierto día Luisita por el jardín, situado en los fondos de su casa-quinta, examinando con atención unas plantas raras, que acababa de colocar el jardinero.
Sobre un arbusto poco elevado vio una fruta, de color rojo muy vivo, con hojas de un verde muy subido.
_ ¡qué admirable fruta!-exclamo- no existe otras más hermosa en todo el jardín ¡ho! de seguro que sabe rico.
Miro cuidadosamente a su alrededor, por si alguien la observaba; desprendiola y se la llevo a la boca.
Al pronto sintió como un ardoroso fuego en la lengua. Arrojo inmediatamente la fruta, y desecha en lágrimas, salivo, hiso babucheros y con todo, el vivísimo ardor no se calmaba.
Su madre acudió a los gritos, y se dio cuenta de todo.

_ ¿has visto, hijita? Eso te pasa por no pensarlo primero que nunca lleves a la boca sustancias desconocidas.
LA TORMENTA
El trueno, el rayo y el huracán se habían apoderado de la atmósfera.
_ ¡tiemblen!
Decía el trueno a los hombres, con vos terrible. La tormenta ha vencido. Se acabó la tranquilidad para ustedes.
_ ¿qué son esas torres que han levantado a fuerza de paciencia?, añadió el Rayo lanzando llamaras por los ojos. Yo las traspaso y las incendio.
Y el Huracán decía bramando de coraje:
_ ¡ay del que navega! ¡Ay de las chozas y de los árboles que no tengan raíces muy hondas! Arrastraré todo lo que envuelva dentro de mis circunferencias.
Y los truenos, los rayos y los bramidos del viento parecían anuncio la ruina de la tierra.
_el mundo se acaba, decían todos los animales, refugiándose espantados en las cavernas, o huyendo despavoridos.
_anda más de prisa, decía una ardilla impaciente a un caracol que se arrastraba con pereza. ¡El mundo se acaba!
_pierde cuidado, respondió un Caracol. Los que alborotan y se agitan, como el Trueno, el Rayo y el Huracán, se cansan pronto. Más miedo tengo al frió, al calor, o al hambre, que llegan sin ruido y sin cansancio. Todo lo violento es pasajero.
Así fue; un cuarto de hora después, el trueno estaba ronco, el huracana se había detenido, y el rayo producía solo relámpagos inofensivos. Un airecillo suave y juguetón, volvieron a piar  alegremente.
EL ESPEJO Y EL AGUA
Agua: yo soy el agua.
Espejo: y yo soy el espejo.
Agua: que eres igual a mí, dice la gente………..
Espejo: ¡AH! Pero no es asi, pues yo reflejo las cosas tal cual son, exactamente; mientras que tú, con tu carácter blando, todo pintas a medias y jugando
Agua: tienes razón, mi espíritu es risueño tanto como es severo el tuyo, amigo
Espejo: Tú adulas a la gente, ¡yo la enseño! Y al que tiene defectos ¡se lo digo!
Agua: ¿enseñas tú las manchas?
Espejo: sí ¡y las grito!

Agua: entonces, yo hago más, ¡porque yo las quito!