EL LOBO Y EL CORDERO
Impulsados por la sed, se acercaron a beber a
un mismo arrollo un Lobo y un Cordero.
En la parte superior estaba el Lobo; más
abajo el Cordero.
El Lobo, ni para que decirlo, se engolosino
con el Cordero.
-tengo listo el almuerzo- pensó el muy
bellaco.
Mas queriendo salvar las apariencias, antes
que obedecer al natural instinto, que lo impulsaba a saltar sin preámbulo
encima de aquel pobre inocente, se hizo el amoscado y con ronca voz de dijo:
-¡eh, bribonzuelo! ¡A ti te hablo! ¿Cómo te
permites ensuciar con tus asquerosos labios el agua que yo bebo?
-señor Lobo, usted se equivoca- insinuó el
Corderito- ¿Cómo puedo yo enturbiar el agua que usted bebe, si yo estoy más
abajo y está llena a mi después que usted ha bebido?
-no me vengas con razonamientos. ¡Si no lo
enturbiaste hoy, ahora me acuerdo, fue ayer!
- imposible, ayer no salí de casa, porque
estaba resfriado.
Y ya se preparaba a dar el salto ritual,
cuando una voz cavernosa le heló la sangre en las venas y lo hizo parar en
seco.
-¿el tío?
-¡Presente! ¿Qué se le ofrece?- y un
condenado carnero, o mejor, un carnerozo, con un par de larguísimos y
puntiagudos cuernos, se adelantó amenazador.
-¡nada, nada! Echábamos un párrafo con el
sobrino sobre la frescura de esta agua. ¡Hasta luego!...
-¡adiós pollo!
Y se alejó, rabo entre las piernas,
canturreando un estribillo mientras pensaba:
-¡el mundo está lleno de agua fiestas!...
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